¿Cómo se transmiten las creencias a través de las generaciones?
Aug 25, 2021La lucha que vivimos constantemente como adultos consiste en lograr un equilibrio entre las antiguas relaciones con las nuevas; integrar en forma continua las relaciones con las personas que antes fueron de importancia para uno…
Te has preguntado ¿cómo es que se transmiten las creencias, los mitos, las ideas, los valores, los dilemas, y los miedos?
Esta transmisión es “casi automática” (de una generación a otra), ya que en ocasiones ni siquiera nos damos cuenta de que estamos repitiendo pautas y patrones de generaciones anteriores, y no sólo eso, sino que ni siquiera nos detenemos a cuestionarnos si creemos en ello, por ejemplo: si nos gusta o no un determinado valor como para hacerlo nuestro, si estas ideas van con nuestra manera de ser, etcétera… y bueno, a todo esto se le llama: teoría intergeneracional o multigeneracional.
Recordemos que cada individuo pertenece a una familia nuclear (que es con la que vive) y a una familia extensa (tíos, abuelos, etc.); estos dos sistemas influyen y dan significado a la existencia y crecimiento de este individuo, así como al “marco” en el que vive: “enmarcan su vida”.
Ahora bien, ¿qué es lo que nos dice esta teoría?
“Las familias se repiten a sí mismas”, esto quiere decir que lo que sucede en una generación a menudo se repetirá en la siguiente, es decir, las mismas cuestiones tienden a aparecer de generación en generación, a pesar de que la conducta actual puede tomar una variedad de formas; esto significa que puede estar altamente influenciada por una creencia, un mito, o una idea de generaciones anteriores aunque no se presente de manera “idéntica”; a esto le llamamos: transmisión multigeneracional de pautas familiares.
Entonces, si suponemos que el funcionamiento de los miembros de una familia puede repetirse a través de las generaciones, también podemos suponer que un estilo particular de comportarse ante una situación determinada, como padres, o de tratar un problema específico, pasa de una generación a otra; esto quiere decir que a menudo el problema que manifiesta una familia en el presente, habrá ocurrido en generaciones previas, por ejemplo: familias que evitan el conflicto; padres confrontativos; casas en donde todo suele ser implícito y hablan poco de lo que les pasa o de sus sentimientos; o familias demasiado explícitas.
Existen investigaciones que muestran varias pautas sintomáticas como el alcoholismo, incesto, síntomas físicos, violencia y suicidio, que tienden a repetirse en las familias de una generación a otra (violencia hasta cinco generaciones). Sin embargo, esta transmisión no se da necesariamente en forma lineal, por ejemplo: un padre alcohólico puede tener hijos abstemios y los hijos de éstos pueden convertirse en alcohólicos (es por esto que hablamos de un “eje multigeneracional”).
Es así que la historia de nosotros como padres está llena de significados, mitos, recuerdos y creencias que no solamente se van transmitiendo y conservando a través de las generaciones presentes, sino que seguramente serán retransmitidas a las futuras (y así sucesivamente).
Pongamos un ejemplo típico de creencias o ideas que se van transmitiendo. No hace muchos años era poco aceptada la idea de una separación conyugal (no era como en estos tiempos donde el divorcio es tan común). Como consecuencia se transmitía de padre a hijo, y de madre a hija, una imagen muy precisa del matrimonio y de la vida de pareja, que excluía el divorcio “a priori” y, por lo tanto, no era una opción viable en la vida de las parejas jóvenes el pensar en divorciarse. Con esto no estoy cuestionando si eran o no más felices los matrimonios o las parejas, sino que en su repertorio de opciones no veían la del divorcio.
Otro ejemplo posterior y más complejo de transmisión de modelos culturales dentro de la familia, lo tenemos en el contexto de una relación de pareja violenta, cuando hace pocos años no se escuchaba como ahora el que hubiera tanta violencia en la pareja y la familia; no era una norma aceptada y la prohibición de patrones violentos eran transmitidos y de alguna manera heredados a través de las generaciones.
¿Qué pasa hoy en día?
No es que cuando se van a casar unos jóvenes los padres les digan explícitamente “que sean muy felices y si no divórciense”; no funciona de esta manera tan directa o tan simple, pero lo que sí podríamos cuestionarnos es: ¿qué han visto estos jóvenes alrededor de su cultura y en su propia familia?, ¿qué conversaciones han escuchado en casa?, ¿qué ideas han circulado alrededor de ellos que le van dando “forma” a un patrón o a una creencia que puede ser aceptada o prohibida en un determinado momento?
Otro ejemplo muy actual podría ser el de los Trastornos de la Alimentación (anorexia, bulimia, obesidad, trastorno por atracón), ya que aunque siempre es importante descartar primero algún problema de tipo genético o médico, la gente los mira como un problema de las generaciones presentes, principalmente de los adolescentes, e incluso son tratados por profesionistas como psicólogos, nutriólogos, etc. De manera independiente a la familia a la que pertenecen estas chicas (porque principalmente son mujeres), es decir, sin involucrar a su familia y sin indagar o conectar el síntoma con la familia de origen, y sin embargo se ha visto que la comida tiene una íntima relación con el manejo de los afectos y las emociones; por lo que valdría la pena echar una mirada a la manera en que los padres, abuelos o hermanos de quienes padecen estos TCA, manejan esta relación entre la comida y sus afectos y qué significado tiene en casa “el comer”, ya que el patrón alimenticio pudiera ser heredado de generación en generación, así como “el significado de la comida”.
Si seguimos dentro de esta línea, la fortaleza de las relaciones familiares, o su efecto sobre los individuos, es sumamente difícil de medir, ya que las fuerzas reales de libertad están más allá de los juegos visibles de poder o de las tácticas de manipulación. Los votos de lealtad hacia la familia de origen son muy fuertes y parten de leyes paradójicas, esto es, que nos pueden parecer contradictorias, pero las relaciones familiares no deben interpretarse a partir de las leyes que se aplican a relaciones sociales o incidentales; ya que podemos poner punto final a cualquier relación (laboral, de amistad…) salvo la que tiene como base la paternidad. De hecho, no podemos elegir a nuestros padres ni a nuestros hijos. De igual manera, los ancianos padres no han abandonado a sus hijos adultos o nietos, y, a su vez, las generaciones más jóvenes no han abandonado a sus mayores.
Un ejemplo de lo anterior se podría reflejar en una relación nieto-abuelo, en donde puede que el primero (el nieto) no haya conocido al segundo (al abuelo), pero sienta la influencia de su imagen transmitida dentro de la familia; es así que la relación de este nieto con su abuelo tiene su significado específico en la transmisión intergeneracional de modelos de comportamiento, normas, valores, mitos, que orientan el modo con base al cual cada individuo entabla nuevas relaciones.
Sería importante comprender el concepto de lealtad, ya que es fundamental la estructuración relacional más profunda de las familias. Los compromisos de lealtad son como fibras invisibles pero resistentes que mantienen unidos fragmentos complejos de conducta relacional, tanto en las familias como en la sociedad en conjunto. Para entender las funciones que cumple un grupo de gente, nada es más importante que saber quiénes están unidos por vínculos de lealtad y qué significa la lealtad para ellos.
Hay varios autores que postulan que el principal vinculo de conexión entre las generaciones es precisamente el de la lealtad, que puede expresarse en forma de cuidados físicos, llamadas telefónicas, visitas, cartas, expresiones de interés, respeto y preocupación (cuántas veces verbalmente expresamos algo y en nuestras actitudes lo contradecimos, por ejemplo: verbalmente podemos decir que nuestra madre es un estorbo, que ya no la aguantamos, pero a la vez, vemos por ella, le llamamos constantemente, la visitamos…). Es así como la lealtad y sus múltiples formas de expresión constituyen una fuerza, saludable o no, que crea los vínculos de conexión entre generaciones pasadas y futuras; incluso cuando se niegan estos vínculos, o se les resta importancia de manera abierta, el ser humano sigue estando comprometido y de alguna manera vinculado con sus parientes sanguíneos.
La lucha que vivimos constantemente como adultos consiste en lograr un equilibrio entre las antiguas relaciones con las nuevas; integrar en forma continua las relaciones con las personas que antes fueron de importancia para uno, con el involucramiento y el compromiso asumido hacia las relaciones actuales (es decir, la pareja y los hijos).
Tomando en cuenta estas lealtades, que en ocasiones se manifiestan como si fueran “invisibles”, puede existir el caso en el que un progenitor adulto se sienta atrapado en un vínculo que se le aparece como repetición del vivido con sus propios padres (ya sea en una relación de tipo laboral o emocional) y sentirse herido, paralizado, encolerizado o deprimido (puesto que no resolvió o de alguna manera no pudo manejar en el pasado este vínculo). Es por esto que resulta de suma importancia examinar la naturaleza interconectada de los actos recíprocos de dar entre el individuo, la familia nuclear y ambas familias de origen.
Podríamos decir, e incluso concluir, que: comprender este mecanismo, diferenciarse y cambiar estos viejos modelos, no es únicamente un fin terapéutico, sino también la meta de la vida de todo individuo que quiere conquistar la libertad y el conocimiento en un sistema abierto de relaciones.
Desde otra perspectiva, si tomamos en cuenta que la forma en que nos contamos las historias familiares transmitidas a lo largo de las generaciones, puede ser reescrita y reinventada, puntuando de modo diverso los sucesos y permitiendo a la familia actual organizarse según modalidades más útiles; siempre que nos encontramos en terapia con un miembro o familia, es fundamental indagar la forma en que mira a sus generaciones precedentes, e incluso la manera en que se imagina a las futuras, para ayudarle precisamente a tener narraciones o guiones familiares con significados alternativos (aquí hablamos de flexibilidad versus rigidez).
Si tomamos en cuenta el hecho de que los espacios están hechos de momentos que cada uno toma para sí y para la propia vida de la relación, cuanto más claro es el espacio personal, más flexible es la interacción, porque existe un retorno a ese espacio; cuanto más se cede el propio espacio personal, más se acaba por estar a merced del espacio de cualquier tipo de interacción.
Se trata de no crear confusión entre los espacios a través de la conciencia de que “nosotros somos” mientras interactuamos con el otro; sólo esto nos permite tener un encuentro verdaderamente dinámico y rico en posibilidades.