Culpa del sobreviviente
Apr 24, 2023El primer paso para salir de ese estado de culpa es encontrarle un sentido a la experiencia, que nos llevará a encontrarle un sentido a nuestra propia sobrevivencia.
Uno de los grandes desafíos de todas aquellas personas que superaron un evento o una situación muy traumática es el haber sobrevivido. Es común que muchos se sientan culpables por haber sido librados de la muerte, por no haber sufrido tanto como otros o por sentir que no hicieron lo suficiente para ayudar a los demás. A esto se le llama: “El síndrome del Superviviente” o “Culpa del Sobreviviente”.
Este síndrome tiene síntomas tanto psicológicos como físicos. Puede ocurrir a cualquier edad y es consecuencia de una situación traumática que se vivió con mucho estrés y angustia, por ejemplo, guerras, catástrofes naturales (incendios, terremotos, diluvios, etc.), muertes, enfermedades o pandemias como la que actualmente estamos atravesando, agresiones sexuales o despidos laborales, entre otros. El síndrome del sobreviviente, refiriéndonos a “esta culpa por estar vivo”, aparece después del trastorno por estrés postraumático y, por lo tanto, se presentan síntomas que dificultan la capacidad para manejarnos como lo hacíamos habitualmente.
Aquí algunos de los síntomas que comprenden a este síndrome para que puedas identificarlo ya sea en ti o con algún pariente, conocido, o amigo cercano.
1. Sentimientos de culpa y una necesidad de castigo por no haber podido ayudar lo suficiente al ser que se perdió; el sentimiento es como si se hubiera traicionado a aquellos que no sobrevivieron, la persona se pregunta “¿por qué yo?, ¿por qué estoy vivo si muchos murieron?, ¿por qué yo sobreviví si hay personas mucho más valiosas?”.
2. La persona puede presentar un exceso o una pérdida de apetito.
3. Se puede re-experimentar el evento en sueños (pesadillas) o recuerdos persistentes del trauma.
4. Hay dificultades para concentrarse y para continuar sus actividades cotidianas ya sea en la escuela, en el hogar o en el trabajo.
5. Hay ansiedad crónica, fatiga, labilidad emocional, aislamiento social, irritabilidad, tristeza y desesperanza.
6. Dificultad para disfrutar cosas que antes provocaban placer, se presenta una falta de motivación y dificultades en la vida sexual.
El origen del término data de la Segunda Guerra Mundial. De hecho, se le conocía como el Síndrome de los Campos de Concentración debido a que los primeros registros médicos que se tienen acerca del padecimiento se dieron luego de que terminara la guerra. Los psiquiatras Finn Askevold y Leo Eitinger atendieron a cientos de judíos trastornados, sobrevivientes de la guerra. Durante la supervisión médica se percataron de que ninguno era capaz de retomar su vida, ellos sufrían de problemas de sueño, pesadillas recurrentes, su apetito disminuía con alarmante rapidez, presentaban depresión, y su psicosis los mantenía en estados de ansiedad crónica muy altos.
Estos síntomas también fueron observados en sobrevivientes de las bombas nucleares lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, así como en la Guerra de Vietnam.
Si no se resuelve el síndrome, estos desórdenes físicos, emocionales y de comportamiento pueden agravarse, aumentando la mortalidad entre los familiares de las víctimas que no sobrevivieron.
Pero seguro ahora te preguntarás: ¿cómo lo resuelvo?
¿Cómo manejar la “culpa del sobreviviente”?
Ya sea que tú o alguien que conozcas que se encuentre en esta situación, es fundamental tomar conciencia de que uno no es culpable de lo ocurrido ni de las penas de los demás. No es fácil, pero debemos aceptar las pérdidas que hoy, frente al Covid, han sido muchas y recurrentes, porque si nos mantenemos en una constante tristeza y culpa no seremos capaces de ver aquello con lo que sí contamos. Después de sobrevivir a un evento traumático, uno se enfrenta a emociones y miedos que jamás se imaginó, pero dos preguntas son evidentes: ¿Podré sobrevivir a esto que me está pasando? Y en todo caso, ¿cómo va a cambiar mi vida a partir de este momento?
El primer paso para salir de ese estado de culpa es encontrarle un sentido a la experiencia, que nos llevará a encontrarle un sentido a nuestra propia sobrevivencia.
Recordemos que el ser humano se guía por sentido, y lo que “no nos hace sentido”, “o no parece tener sentido”, será muy difícil procesarlo y por ende resignificarlo. Por naturaleza intentamos evitar el dolor a toda costa, somos buscadores de placer, pero paradójicamente, es en ese dolor, producto de una experiencia traumática, y en esta búsqueda del sentido, que encontramos crecimiento y transformación.
Para llegar a la respuesta del sentido debemos abandonar los “porqués” y enfocarnos en el “para qué”. Si esto que viví tuviera un para qué en mi vida, ¿cuál sería? ¿Para qué me llegó esta experiencia a mi vida? ¿Qué es lo que debo aprender de ella? Y, ¿en quién quiero convertirme a partir de ahora?
Recordemos que: “no es lo que te pasa lo que te define, sino lo que haces con lo que te pasa”.
Todos estos eventos traumáticos tienen una importante consecuencia: “Agotan nuestra realidad”, nos consumen, y nadie ni nada debería agotar toda nuestra realidad, “siempre somos más que lo que vivimos”.
Después de esa vivencia, únicamente hay dos caminos: o permites que ese dolor te consuma o te fortaleces a partir de ese evento para resignificar tu experiencia, y darle un sentido, generando un crecimiento y “una nueva versión de ti mismo”.
El haber sobrevivido al desastre, a la crisis, a la enfermedad o a la pandemia, no se trata tan sólo “de un privilegio”, simplemente es una realidad con la que deberás aprender a lidiar para volcar tus emociones en algo benéfico.
En estos casos la terapia es crucial.
Dicen que el tiempo lo cura todo, yo pienso lo contrario: no podemos dejar en manos del tiempo una experiencia dolorosa de esta índole. La única forma de sanar una herida y seguir adelante con tu vida, incluso con una versión mejor de ti mismo, es atreviéndote a trabajar tu experiencia.
Por ello es importante buscar ayuda psicológica/terapéutica, de lo contrario, los síntomas pueden persistir y con el tiempo se pueden transformar en serios problemas de salud y, por consiguiente, traer conflictos en las relaciones sociales e interpersonales. Hay que contar con un espacio en el cual te sientas con la confianza de poder hablar de todo lo que estás sintiendo tanto física como emocionalmente. Es fundamental encontrar redes de apoyo sociales como familiares, amistades o grupos de apoyo que también fueron afectados, ya que esto produce tranquilidad y seguridad. Hacer ejercicio y actividades que te den placer será de gran utilidad en tu recuperación.
Debes entender que eres una especie de héroe por haber sobrevivido emocional, física y psicológicamente a tal evento. En ser un sobreviviente no existe culpa alguna. Por lo tanto, el síndrome del sobreviviente es –dentro de lo que cabe– parte de las secuelas habituales después de una experiencia traumática o catástrofe de gran magnitud, donde muchos otros no sobrevivieron.
Hoy lo estamos viendo y viviendo diariamente. Quizá se dificulte deshacerse de este sentimiento, pero no es eterno; debes comprender que cada persona se recupera a su propio ritmo. No cometiste ninguna falta, la sensación de remordimiento que sufres es simplemente parte de un duelo, mismo que podrás superar tan pronto como logres resignificar tu experiencia. Sentirte vulnerable es comprensible, pero no hay ningún motivo para castigarte por haber sobrevivido.