El peso del peso.¿Desempacar las maletas?
Aug 25, 2021Y es así como surgen una infinidad de preguntas sin respuesta: ¿Cuál peso nos hace más infelices?, ¿el interno o el externo? ¿Cuál peso, pesa más? ¿Será que son cómplices y/o amigos? O ¿incluso enemigos? ¿Será que uno sabotea al otro?
Imaginemos que miramos un vaso con agua, hay quienes dirían que es el típico vaso “medio lleno” o “medio vacío”…
Pero finalmente tenga o no agua, el simple hecho de sostenerlo en la mano por un tiempo determinado, significa “cargarlo” y pesa, pero pesa más no dependiendo de la cantidad de agua, sino del tiempo que lo sigamos cargando.
Lo mismo sucede con nuestro cuerpo, con este fenómeno tan común de “esos kilos de más” que nos estorban y que no sólo importa “cuántos son”, sino el tiempo que los carga nuestro cuerpo y más aún nuestra mente, nuestra alma, nuestras emociones, nuestros pensamientos.
El “peso del peso”, sí, un peso abstracto que “pesa” mucho pero no siempre se ve a simple vista, no es medible ni cuantificable, pero se vive y se siente a cada instante, y que cuando solemos hacer esta pregunta a quienes batallan con este peso: ¿del 1 al 10, cuántos de tus pensamientos diarios te toma pensar en comida o en tu peso? La gran mayoría responden: 9, 9.5, e incluso “10”. ¡Vaya porcentaje!
El peso de nuestros pasamientos que no cesan, que nos hacen vestirnos tapándonos nuestras imperfecciones, que nos aseguran que no somos “lindas o lindos” y mucho menos atractivas o atractivos, nos generan sentimientos de inadecuación y desesperanza.
Esas ideas que aparecen intrusivamente y que no hay dieta que las elimine ya que con ellas nos despertamos cada mañana y nos dormimos cada noche, en ocasiones hasta invaden nuestro sueño, soñamos que somos quienes queremos ser y nos frustramos al ver por la mañana que esos kilos de más siguen ahí, pero también siguen en todos y cada uno de nuestros pensamientos, de nuestras decisiones y condicionan muchas de nuestras acciones.
¿Qué nos vamos a poner hoy? Obvio no lo que queremos o elegimos, sino “lo que hoy nos queda mejor”, y así vamos teniendo una identidad que no elegimos, pero que construimos alrededor de nuestro cuerpo que no es el que hoy quisiéramos.
Empieza nuestro día con un desfile o verdadero “tiradero” en nuestro vestidor para medirnos qué pantalón ya nos cierra o todavía no, y nuestro estado de ánimo se rige por ese cierre que ya subió o, por el contrario, por esa camisa que deja entrever las lonjas de la espalda o los brazos, o ¿por qué no, desempacar la maleta de aquello que ya en otro momento habíamos desechado? Y cuando finalmente logramos completar la vestimenta, salimos de casa con ese “peso del peso” que no se desprende de nosotros y que nos acompaña a donde vayamos.
Y es así como surgen una infinidad de preguntas sin respuesta: ¿Cuál peso nos hace más infelices?, ¿el interno o el externo?
¿Cuál peso, pesa más? ¿Será que son cómplices y/o amigos? O ¿incluso enemigos? ¿Será que uno sabotea al otro?
¿Quién domina a quién?, ¿la mente al cuerpo o el cuerpo a la mente?
¿Harían un mejor trabajo si ambos se conectaran para armonizar el proceso?
Escuchar esas voces internas, permitirnos sentir el peso del peso, tal vez sea una forma de entender que lo que cargamos por fuera no es posible ocultarlo por dentro, y que a su vez, lo que sentimos por dentro se refleja afuera.
Qué injusto resulta medir nuestra felicidad en kilos, pero ¿acaso nuestro cuerpo no merece lo mejor de nosotros mismos? Es nuestro vehículo para todo, no sólo para movernos por la vida sino que finalmente es este cuerpo lo único que nunca nos abandonará, siempre estaremos juntos: cuerpo, mente, emociones, sentimientos… hasta el final de nuestros días…